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Posted by : Haida Takarai abril 20, 2013

"Había una vez..."

Así es como suelen comenzar muchas historias, de hecho yo misma uso esa frase de vez en cuando. Tengo una historia, que comienza así:



Había una vez, una chica llamada Haida. Conoció a una chica llamda (Pongámosle) Susna. Ambas pasaban momentos muy difíciles en aquél tiempo, sufrían el dolor del rechazo por personas que ambas apreciaban y querían mucho. Se conocieron por aras del destino; no hay otra cosa que pudiese describirlo. El destino las unió y juntas y a base de esfuerzo pudieron superar su dolor. 

Con el tiempo se hicieron cada vez más cercanas, se visitaban, hacían pijamadas, salían a comer... pero, había un problema: discutían todo el tiempo. Discutían hasta por el detalle más estúpido, cosas sin sentido. No había explicación alguna para sus discusiones, eran tonterías, pero siempre, siempre discutían.

Haida a veces se sentía incomoda por ello, y hacía un esfuerzo muy grande por no discutir, pero tarde a temprano, no importa cuando se esforzara, terminaban en discusión. Aunque al final siempre terminaban arreglando sus problemas.

Con el tiempo, Haida se sentía más y más fuera de lugar. Comenzó a experimentar una era oscura en su vida donde todo parecía frustrarla. Ya no tenía sueños, no tenía anhelos, nade le satisfacía. La presencia ni las conversaciones con Susana a quien tanto quería ya no le tranquilizaban ni eran tan amenas como antes y se sentía cada vez más frustrada porque aun cuando quería y anhelaba hablar con su amiga, siemplemente las cosas no se daban.

Un día, Susana le dio la noticia a Haida de que se marchaba lejos para cumplir sus sueños. Haida se sintió feliz por Susana porque lo que más le importaba era su felicidad, además, así como Haida, Susana experimentaba un estado de oscurantismo, un periodo donde tampoco veía luz, Haida pensó que el ire le podría ayudar a superar esa etapa. Estaba segura de ello.

El tiempo en que Susana se fuera llegó más rapido de lo que Haida quería. Sabía que todo sería muy distinto una vez ella se fuera, tenía ese presentimiento de que nada sería igual de que las cosas cambiarían, aunque sabía que todo era para bien.

Para su despedida, Haida fue a visitarla. Mientras iba en el autobus ella elebaba una oracion y pedía a Dios: "Señor, por favor. No sé cuando podré verla de nuevo, ayúdame a mantener un fin de semana pacifico, ayúdame a controlarme y no discutir con ella, quiero pasar un buen fin de semana. No quiero que discutamos, por favor, ayúdame".

Y efectivamente, así fue. Dios respondió su oración. Por primera vez pasaron un fin de semana, una salida, un tiempo juntas en que no discutieron por cosas estúpidas. Ella estaba muy satisfecha a la mañana siguiente cuando era hora de irse. Aunque, cuando iba de regreso a casa lloró, porque en el fondo sabía que no la vería de nuevo, algo dentro de ella le decía que sería la ultima vez que estarían juntas. Y no se equivocó.

Cuando Susana llegó a su destino, aun mantenían contacto, pero de nuevo, las cosas estaban raras e incomodas. Poco a poco, se alejaron. Y Pasó tan paulatino que Haida no lo notó hasta que estaban muy lejos la una de la otra. Quiso arreglar las cosas... pero ya era tarde. Susana ya no quería saber nada de Haida. Ella rogó y suplicó... lloró de dolor, lloró de frustración, deseseración... pero nada ablandó el corazón de Susana. Hoy... Haida, después de mucho llorar, ha aceptado su destino.

Y sigue adelante.


Leyendo mi entrada anterior recuerdo cómo me sentía meses atrás. Frustrada, enojada con el mundo, triste, saturada de tanta cosa... Me sentía de verdad muy mal. Creo que desde ese tiempo es que no subo entrada alguna en mi blog. Es inscribible cómo pueden ser las cosas un día y cómo pueden ser después de unos meses. Es increíble cómo algo que no concebías ni la más remota idea, pueda ser una realidad hoy.

Hoy, escribo esta historia, no porque aun no haya superado lo sucedido, es más una clausura. Un cierre. Un cambio de página. Lo necesito porque, sinceramente... te guardo mucho rencor, Susana. No quisiera verte nunca más, y si te veo, será como si no existieras... como si nuestra historia hubiese sido borrada de las cronicas de mi vida. Así me siento. Y no creo que me sienta diferente en mucho tiempo.

Pero... hoy puedo darte las gracias -aun cuando sienta que te desprecio tanto-, gracias por haber tomado esta decisión. He descubierto, leyendo mi entrada de blog anterior, que desde que no estás... estoy mejor.

Gracias.

Hasta nunca.

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